Desde 1633, los monjes trinitarios predicaban en Alcázar de San Juan, obteniendo apoyo de benefactores como Juan Guerrero Portanova y Bernarda de Úbeda, quienes impulsaron la construcción de un convento e iglesia. Pese a la oposición de los franciscanos, el convento fue fundado, y en 1647 se firmaron las escrituras, asegurando el reconocimiento de los mecenas, cuyos escudos nobiliarios adornan el templo.
El convento funcionó hasta 1834, cuando la desamortización de Mendizábal obligó a los monjes a abandonarlo. Las celdas fueron ocupadas por familias pobres, lo que permitió su conservación. La iglesia, de estilo barroco, tiene tres naves y una fachada telón decorada, que también funciona como campanario. La fachada principal presenta un arco de medio punto y está coronada por una espadaña donde se alojan las campanas, traídas en 1954.
En el interior, las naves están conectadas por arcos, y el crucero está cubierto por una cúpula decorada con medallones de santos. El altar mayor, situado sobre una cripta, destaca por su retablo que alberga la imagen de Jesús Nazareno.